El Bicentenario del comienzo de la revolución en la Argentina provocó en quien esto escribe, una profunda movilización intelectual y emocional. De la segunda no vamos a hablar porque tiene que ver con el pueblo en la calle, festejando y disfrutando y con la vivencia de haber estado allí. En cuanto a lo intelectual, este tipo de acontecimientos disparan toda una serie de reflexiones acerca de la historia, cómo fue contada, qué intereses tácitos hay por debajo de los explícitos, qué motivos hay para ocultar unos episodios y develar otros y cómo se interpretan los movimientos políticos y sociales y, fundamentalmente, cómo se comunican estos hechos. Pero así como uno puede aprender de la historia temas de vida, de enseñanzas y aprendizajes, de sucedidos, también puede aplicarlos a los negocios y a la tecnología.

“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia” cantaba Litto Nebbia por boca de Silvina Garré. Y el Bicentenario de la República Argentina está demostrando, entre otras cosas, que “la otra historia” se está dando a conocer cada vez más ampliamente.
Muchas cosas han pasado que a este escriba lo han hecho pensar, reflexionar y sacar enseñanzas de la historia. La primera, y quizá la más importante, es que todos los que nos cuentan alguna parte, versión o interpretación de la historia, lo han hecho a través del prisma de sus propios intereses.
A esta altura de la soireé ya sabemos que la “evangelización” de América fue una brutal conquista, que San Martín no cruzó los Andes en un caballo blanco o que el Centenario de 1910 (al que tantos le rinden pleitesía) lo llevó a cabo un gobierno fraudulento bajo estado de sitio y con los medios opositores clausurados, entre otras cosas.
Cuando leo que las empresas hacen “lo que pide el cliente”, me acuerdo de la historia de la primaria, aquella según la cual San Martín cruzó los Andes a lomo de un caballo blanco. En cambio, cuando veo las estrategias de marketing para crear demanda y la obsolescencia planificada, no puedo dejar de pensar en el verdadero San Martín, echado en una litera y escupiendo sangre; sólo que San Martín me genera más respeto… O sea, la historia oficial no es tan cierta como nos la contaron.
Lo otro que me parece que he aprendido, aunque reconozco que resulta más difícil de llevar a cabo, es que lo peor que nos ha pasado es crearnos antinomias: unitarios/federales, personalistas/antipersonalistas, peronistas/gorilas… y así hasta el presente. Lo que termina resultando de este esquema de extremos es la nulidad, dado que lo que uno emprende, el otro demuele, ya que ninguno de los dos reconoce que en el otro pueden haber cosas bien hechas.
Finalmente, la conclusión, tanto de un tema como del otro, es que la única solución es no creer nada a pies juntillas, cuestionar todo, dudar, investigar y sacar las propias conclusiones de uno. Y además, alejarse de los extremos y buscar el mejor balance. Luego, aceptar que las respuestas de uno no necesariamente son las respuestas del otro. Y finalmente, que todos tienen/tenemos una parte de la verdad, porque la verdad absoluta no existe.
Como corolario, si queremos cambiar el estado de cosas, lo peor que podemos hacer es echarle la culpa a los demás, sin fijarnos primero en qué podemos cambiar de nosotros mismos.
Cuando hago una crítica al software libre o a Microsoft, lo que estoy haciendo, por un lado, es defender mi propia libertad de criterios, luego tratar de ayudar a mostrar lo que me parece que algunos no ven y, sobre todo, no embanderarme para ningún lado. Principalmente se trata de la libertad de elegir. Los que eligen el software libre lo harán por una razón (serán comunistas o, simplemente, activistas antisistema, según los defensores del software cerrado) y los que eligen comprar licencias, lo harán por otra (la elección de seguir siendo esclavos, según la peculiar interpretación de la gente del software libre), pero en definitiva el valor a preservar es la libertad de elección.
Cuando en un comentario a un editorial anterior, un lector le echa la culpa de las dificultades que Linux tiene con el hardware a los fabricantes, lo primero que se me ocurre pensar es que el negocio de esos fabricantes es la llamada propiedad intelectual (después discutiremos si el término está bien o mal usado) y uno sería muy iluso en pensar que porque son buenos, buena gente y porque mi filosofía es la correcta, ellos van a dejar de lado lo suyo y nos van a dar una mano… es pura fantasía. Si no podés lograr que los fabricantes de hardware te abran su código, no lo uses, o ingeniátela para usarlo sin ellos. Pero no te quedes lamentándote de que no te dan bola.
De la misma manera hay cuestiones de proporciones. Ojalá Tecnozona tuviese tanto poder como para “liquidar el trabajo de una comunidad de programadores”, porque de esa manera podría obligar a los fabricantes de hardware a que bajen la cabeza, pero no puedo. Tecnozona es apenas un blog de tecnología, cuyo responsable escribe honestamente sobre lo que piensa, siente y hace. Justamente, y sin querer pecar de erudito, es una cuestión epistemológica básica: una sola computadora en la que no se pueda instalar Linux ya falsea toda el concepto de que se puede en todas.
Y no creo que eso signifique ni que estoy tirando abajo una ideología o una filosofía con la cual, básicamente y a grandes rasgos, estoy de acuerdo. Pero no estoy de acuerdo —y voy a tratar de nunca caer en eso— en poner todo en términos de blancos y negros, buenos y malos, libres o privativos.
Si el Bicentenario mostró lo poco que le importa a la gente la pelea de poder en las cúpulas partidarias, me pregunto cuánto le importará al programador, al desarrollador, al diseñador, al distribuidor, la diatriba antiBallmer.
Para mí, es una enseñanza que me deja este fin de semana, si me permiten ser presuntuoso.


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Por Ricardog

Periodista científico especializado en tecnología. Médico en retiro efectivo.

4 comentarios en «El Bicentenario, la libertad y el software»
  1. Chapó! clap, clap, clap!

  2. Muy buena nota RicardoG felicitaciones, sabias palabras, habra que leer un poco mas la «otra» historia soy 1 al que al que le preguntaron De que color era el caballo blanco de san martin.
    Saludos desde LR

  3. Muy buen artículo Ricardo!
    Quisiera ir un paso más allá en tu ejemplo de «una sola computadora en la que no se pueda instalar Linux ya falsea toda el concepto de que se puede en todas».
    La experiencia me dice que hoy en día, «se puede usar GNU/Linux en toda máquina que se pueda utilizar Windows, salvo en aquellas que estén cerradas a la reinstalación ex profeso». Ejemplo: algunos dispositivos móviles.
    Lo que puede suceder es que «algún» chiche de esa computadora no se pueda usar porque todavía no existe el driver correspondiente (y ahí es donde el fabricante de ese periférico SÍ tiene la culpa). Pero nunca es toda la máquina.
    De igual manera sucede con windows. Conozco a muchísima gente que, en especial con portátiles, dice cosas como: «con vista no me funciona la webcam»; «con seven no puedo usar la salida VGA a más de 800×600»; «con XP no me andan los botones multimedia del teclado».
    La diferencia es que en estos casos, nadie se sorprende mucho y sigue usando su computadora como si nada. Pero cuando eso sucede al instalar GNU/Linux, parecería que hay una intencionalidad muy marcada por mostrar que «eso» no anda.
    Ni blanco, ni negro, coincido en tu visión… vivimos en un mundo de grises, donde yo elegí (y lo elijo cada día) utilizar software libre, ayudar a que mejore cada día, difundir su ideología de libertad, hacer negocios (y muy beneficiosos) respetando las reglas del mismo… y por sobre todo: Entendiendo que para que yo gane, no es necesario que otro pierda.

    Gracias por el espacio. Perdón por la extensión.

  4. Coincido en la parte de que no todo es como nos dicen, tengo 26 y veo que la historia contemporánea que se escribe generalmente no es como yo la veo, pero sobre los próceres no opondría mucha resistencia. Creo que cuando somos niños es necesario crear ciertos valores, y creer en ciertas personas… creer que cuando una persona tiene una convicción y buenas intenciones es capas de lograr grandes cosas, y ese es el sentimiento que nos da la historia de los «próceres» en la niñez, luego de grandes debemos seguir creyendo, y debemos entender que también hay cosas que no son como las pintan (no se si me di a entender).
    Sobre la parte tecnológica creo lo mismo, como leí en los comentarios. Ni blanco ni negro, no creo que Microsoft sea el diablo, tiene muchísimas cosas que son muy valorables, a pesar que en algún momento de su camino hayan equivocado el rumbo, y me atrevo a decir que tiende a hacer cambios muy favorables a la tendencia actual (o ya han comenzado con los cambios) y que puede llegar a hacer cosas muy buenas a pesar de su pasado (y su CEO que creo que no lo echan porque seria una imagen de debilidad para su empresa).
    Yo creo que ya no deberíamos gastar energías en contra de empresas como Windows, y si en contra de empresas como Apple que tienen al monopolio y a embarrar todo el terreno, cuando sus únicos logros son patentar inventos ya existentes y frenar legalmente a todo aquel que quiera competir con ellos. No podemos permitir que una empresa de grandes abogados y bonitos diseños ponga barreras al crecimiento de los libres de mente. Dejemos de pensar en el pasado y tomemos el presente, para que en el futuro no tengamos que lamentar otra vez historias de monopolio ni cosas semejantes. Aunque sea así lo veo yo 🙂

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