Creo que el lanzamiento, semanas atrás, de un nuevo escritorio para Linux, debería hacernos reflexionar acerca de la variedad de opciones que se dan en un sistema dado. Dicho de otra manera, estamos acostumbrados a un (y sólo un) escritorio: el de Windows o el de Mac, según sean nuestras preferencias de equipo. Frente a eso tenemos Linux, la otra gran opción en sistemas operativos. Pero esta vez, la variedad de escritorios es tan amplia que a veces me pregunto si el exceso de ofertas no conspira contra la usabilidad o, en primera instancia, en la elección del usuario.

Semanas atrás, la crecientemente popular distribución de Linux, la llamada Mint, lanzó una nueva versión no con uno o dos sino con tres escritorios disponibles para elegir.
Por otro lado, la última versión del más popular, Ubuntu, estrenó uno nuevo totalmente distinto de los anteriores.
Mientras tanto, la mayor parte de las otras distros se reparten mayormente Gnome y KDE, quedando unas pocas y muy específicas, con xfce, Enlightenment y vaya uno a saber cuántas más.
No vamos a contar acá la historia de las interfases de Linux, descendientes todas (o casi) de aquella X de Unix, o de la que ostentó, en su momento, OS/2.
Las más populares, por lejos, han sido en los últimos años, Gnome y KDE. Y las discusiones entre los fanáticos de cada uno rememoraban las de Windows vs. Mac.
Cada uno, en rigor, es un proyecto comunitario que era regularmente apoyado, además de por algunas empresas a las que les interesaba el open source (como Red Hat, por ejemplo), por los responsables de distribuciones como Canonical (Ubuntu) o Mandriva.
Sin embargo algo pasó. A Mark Shuttleworth no le convenció el camino que estaba tomando Gnome con la versión 3 y decidió crear su propio escritorio: Unity.
Algo parecido sucedió con la gente de Mint. En su sitio web cuentan que las versiones 3 de Gnome no le ofrecían las prestaciones que buscaban. Entonces se volcaron a dos escritorios diferentes. Por un lado MATE, que no es otra cosa que Gnome 2 “resucitado” por la comunidad luego de que Gnome lo dejara caer. Y Cinnamon, recién lanzada la nueva versión, que viene a ser Gnome 3 pero con las prestaciones que, según los míntidos, le faltaban.
Y mientras tanto, andan dando vueltas por ahí Blackbox, IceWM, LXDE, OpenBox, WMaker, Xfce, Enlightenment… y siguen las firmas.
Si bien uno de los conceptos más importantes del FOSS es la libertad de elegir (o sea, no sólo elegir qué aplicaciones e interfases utilizar sino también cómo hacerlo y cómo se ven), no es poco frecuente que la amplia variedad de opciones (por no decir el exceso) conspire en contra de la adopción. Soy un usuario novato o básico: ¿qué interfase elijo, cómo sé que los programas que quiero usar funcionan bien en tal o cual escritorio? ¿Tendré tiempo suficiente como para probar cada uno y quedarme con la que más me gusta?
Me hace acordar a aquél que no toca nada de su celular, porque tiene tantas opciones de configuración que lo abruman.
¿Habrá alguna manera de que el usuario no experto no quede abrumado ante tantas alternativas? ¿Facilitar la adopción de Linux será, entonces, convertir un KDE en un simil Windows, como alguno lo a hecho?


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Por Ricardog

Periodista científico especializado en tecnología. Médico en retiro efectivo.

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