A comienzos de abril, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos inició una demanda contra Apple y varias editoriales por “colusión para aumentar los precios de los e-books” (cartelización, bah). En simultáneo, un grupo de fiscales federales iniciaron otra similar, pero poniendo el acento en compensar a los clientes que hayan pagado de más, suponiendo que la demanda del DOJ sea atendida. Aunque todavía no está probado nada, este es otro caso más que muestra la contradicción existente entre los derechos del autor y la comercialización de sus obras, y la industria que agrega ingentes pasos intermedios (y sus costos asociados) a la venta de los libros; y, por supuesto, sus ganancias.

Las dos noticias aparecieron el mismo día en C|Net. En una, por Roger Cheng, se relata que Apple, junto con Hachette, HarperCollins, Macmillan, Penguin y Simon & Schuster fueron demandadas por “trabajar en conjunto para elevar artificialmente el precio de los e-books” . En la otra, por Josh Lowensohn, se cuenta cómo fiscales federales de 16 estados demandaron a algunas de estas compañías con el objeto de lograr que los clientes que hayan comprado libros electrónicos durante el período considerado, obtengan algún tipo de compensación, ya sea que se les devuelva la diferencia entre lo que efectivamente pagaron y lo que hubieran debido abonar, o que se les acredite a cuenta de futuras compras.
Al margen de que en algunos casos ya hay algún tipo de arreglo, lo más interesante de todo es una tercera nota de esa misma jornada en la que Nathan Bransford intenta explicar porqué los e-books son, en realidad, más caros de lo que uno quisiera.
Lo primero que hay que decir, porque los dos artículos acerca de las denuncias lo aclaran, que CBS, la dueña de Simon & Shuster, una de las demandadas, es propietaria también de C\Net, cosa que, llamativamente, Bransford no puntualiza.
La mayor parte del artículo la dedica a criticar los modelos de negocio de Amazon y de Apple, a los que acusa de ser los culpables de que las editoriales estén en aprietos para mantener los costos. Pero además, con el argumento de que “las mayores editoriales son, simplemente, las mejores compañías del mundo en llevar libros impresos del autor al lector”, justifica mantener altos los precios.
Bransford asegura que los costos que uno cree como más altos (papel, impresión, fletes) no lo son tanto. Y que, y aquí está la clave de todo el asunto, “la gran mayoría de los costos de las editoriales vienen de gastos que también existen en el mundo del e-book: adelantos a los autores, diseño, marketing, publicidad, espacio de oficina y staff”.
Fijate qué interesante: de los seis ítems que integran la lista de costos, sólo uno se refiere al autor, el adelanto.
Entonces ¿estamos hablando de la facilidad de acceso a la producción literaria por parte del consumidor, de los beneficios de los autores o productores de contenido? ¿O estamos hablando de las ganancias de una industria?

Imagen por goXunuReviews

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Por Ricardog

Periodista científico especializado en tecnología. Médico en retiro efectivo.

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